jueves, 9 de septiembre de 2010


Pisaba el suelo, pero no estaba muy segura de Q fuera un suelo firme.
Tenía la sensación de Q en cualQuier momento todo podía venirse abajo, aunQ sabía Q solo era un brote pasajero de cólera y odio Q sufría mi interior.

Me enfundé en unos vaQeros negros y me calzé unas botas de piel color tierra. Me puse una cazadora sobre el pecho, y m subi la cremallera, no tenía ganas de volver a por la camisa Q se me había olvidado en algún lugar de lo Q yo llamaba "habitación".
Agarré las llaves y salté al mundo.
Y allí estaba yo, cubierta de una pegajosa ira Q solo parecía calmarse cuando me encontraba bajo la ducha. Estaba acompañada por una muy viscosa tristeza Q se me agarraba a los ojos y apenas me dejaba pestañear.
No esQ a su causa me pasara llorando, la verdad esQ desde entonces estaba llorando menos y eso era algo Q me preocupaba, pues consideraba sano llorar y no me importaba hacerlo, pero no entendía esta autoprotección Q me estaba proporcinando a mi misma. Y no era miedo a la caida, era miedo a no saber levantarme sola.
Me sostenía con las piernas tambaleándome. Me costaba, pero allí estaba, intentando no ser avatida x la primera ráfaga de viento Q soplara del norte. No Qería parecerme a esas hojas en Otoño Q se agarran desesperadamente a las ramas, intentando no caer y ser pisoteadas.


Pretendía conseguirlo. Más Q nada xQ no Qería ser de esas personas Q se autocompadecen.
Siempre me había considerado una persona autosuficiente y solo necesitaba recuperar la confianza en mi, la confianza Q otros habían perdido.

Iba a comerme el mundo. Lo sé. Pero cuando estuviese preparada para ello.